Tus rosas me duelen.
Son puñales rojos de sangre,
son despiadados ojos que revisan mi conciencia.
Tienen el color exacto de la incompresión,
del descompromiso, de la injusticia.
Emergen de tus ojos tiernos
y tapan a medias tu insólita sonrisa.
Caballero desprotegido.
Tus rosas me duelen,
me señalan, me acusan.
Tu sonrisa esconde la esperanza
de la triste imagen
que no es más que un remiendo,
un zurcido inexperto.
La caricia que agrego corre por tu mejilla
y se escurre...como una lágrima.
No sirve.
No alcanza.
No calma mi culpa herida.
Mucho menos a tus rosas, que sangran.
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